Todos nosotros, en algún momento de nuestra vida hemos tenido muy presente a la pereza. ¡Qué levante la mano quien no la haya experimentado alguna vez!
Como Pereza denominamos la negligencia, flojedad o descuido de los deberes u obligaciones en que deberíamos ocuparnos. Es una falta de voluntad para actuar, trabajar o atender las tareas que nos competen.
Es un antivalor, ya que es contraria a valores considerados positivos como la diligencia, la eficiencia y la responsabilidad.
¿Cuándo aparece la pereza?
La pereza, aparece en nuestras vidas, cuando estamos desbordados, cuando los problemas son demasiados, cuando todo nos hace daño y no sabemos qué hacer, o no queremos hacer nada… La pereza es amiga de la comodidad, de lo conocido, del no arriesgarse… Cuando nos acompaña, solo queremos permanecer con ella, en soledad, sin hacer nada, sin movernos. Sin embargo y no es casualidad, cuando viene a visitarnos, es cuando más necesitaríamos salir y probar cosas nuevas. Se trata de una “errónea estrategia emocional y mental”, que aparentemente nos protege de todo aquello que nos desborda, que nos hace sentir mal, que nos da miedo. Y todo esto está bien, pero cuando solo aparece en ocasiones y después desaparece sin dejar huella. El problema es cuando se convierte en nuestra compañera de vida, y no somos capaces de desprendernos de ella.
¿Situaciones en las que puede aparecer la pereza?
Muchas de las situaciones que voy a citar, son conocidas por todos nosotros, seguro que alguna te suena. A mí, me suenan todas 😉
- Hace frío fuera. El sofá está blandito. ¿A quién le apetece salir a correr? A mí, NO. Con lo bien que estaría tomándome un café con mi amiga Ana. ¡Socializar es muy bueno y muy saludable! hay que cuidar las amistades, te dirías para justificarte.
- Ir al Gimnasio. Quieres ponerte en forma y has contratado el gimnasio al lado de tu casa, o del trabajo o a medio camino, vamos que te lo pones fácil. ¡Enhorabuena! Primer paso conseguido “la intención de ir”, pero ya sabes que esto no es suficiente si no hay un plan de acción por tu parte. Empiezas con mucha energía, pero al poco tiempo, te cansas, te aburres, ¡Qué coñazo!, como no ves resultados a corto plazo, ¿qué haces? Cualquier excusa es buena para un día no ir, ¡total por un día! Y así, empieza tu declive… No vas, pero no te desapuntas, no te importa pagar la mensualidad … así te autoengañas y de cara a los demás puedes decir que estás yendo al gimnasio ¡ja!. ¡No te engañes, se realista, se responsable con tu plan de acción, busca otra manera de ponerte en forma. El gimnasio, en tu caso, no funciona!
- Empezar una dieta. Quieres adelgazar. Después de tus embarazos te ha quedado una barriga fondona (duele el adjetivo, pero es verdad, o ¿no?), hasta tu hija pequeña se ha dado cuenta y te pregunta con toda la inocencia del mundo, ¿mamá, tienes un bebé en la barriga? En ese momento, los ojos te salen de las órbitas y fastidiada le contestas ¡No mi vida, tú ya has sido la última, mamá no va a tener más bebés!… Entonces te suelta: ¡Ah, tienes una barriga gorda!, y ahí Sí, te quieres morir…
- Dejar de fumar. Es de todos conocidos que fumar es muy malo, pero sigues fumando. Te autoexcusas y te dices, “Si solo fumo el fin de semana, con un cafecito, con una copa con mis amigos, la cajetilla me dura una semana, yo no tengo mono, lo puedo dejar cuando quiera”. Pues, ¡déjalo! Si alguien o en un reconocimiento médico, te preguntan ¿Eres fumador?, tu respuesta tiene que ser Sí, ¡lo siento!, de lo contrario no estarías diciendo la verdad.
Piensa por un momento, solo el recuerdo de la pereza, ¿a qué ya despierta en nosotros una sensación incómoda, de malestar? sabemos que “algo debemos hacer” pero como no sabemos por dónde empezar… seguimos ahí, dejando pasar los días, sin cambiar nada, sin tomar decisiones, sin dar pasos, sin arriesgar nada, sin hacer deporte, sin dejar de fumar…
Si nos preocupásemos más por los efectos a largo plazo y menos por el esfuerzo inmediato, nadie dudaría en hacer deporte, dejar de fumar, mantenerse en forma, etc. Los expertos hablan de proastenia o procrastinación (sinónimos de pereza) para definir un estado de bajón energético que nos hace postergar o evitar ciertas actividades. Quienes tienden a la pereza “no visualizan las consecuencias positivas de su acción, que es lo que hace a una persona resistente, centran su atención en el precipicio y no en el horizonte, lo que genera desmotivación”.
La pereza es la gran enemiga de la acción y si además, la acompaña el miedo y el no querer salir de la zona de confort, entonces hay un problema importante a tratar.
El coaching es una herramienta fabulosa que te ayuda a combatir la pereza, ya que desde tu autoconocimiento (y al sentirte acompañado por un coach), obtendrás resultados extraordinarios en cualquier faceta de tu vida (personal, profesional, deportiva, etc.) que en este momento quieras mejorar y/o cambiar y que la pereza (entre otros factores) no te está dejando avanzar.
Como he comentado en más de una ocasión (www.rosagarcia.es), “si no hay acción no hay coaching”. En todo proceso de coaching tiene que haber un objetivo de proceso, tienes que querer hacer o querer cambiar algo (objetivo), definir un plan de acción y cumplirlo.
Conseguir objetivos requiere un coste, un esfuerzo que cuesta mantener en el tiempo y esto tienes que tenerlo presente siempre, pero se consigue. Debemos funcionar por objetivos (no por estados emocionales); fijar metas alcanzables (para ganar confianza) que garanticen el éxito a largo plazo (objetivo de proceso); establecer plazos (dedicarle un momento del día, aunque sea poco); y contar con un apoyo social (compartirlo con un amigo, pareja y/o contratar a un coach, ¡todo vale si lo que quieres es conseguirlo!).
¡Ojo, importante! Como psicóloga que soy, tengo la obligación de informarte que la pereza puede estar asociada a la depresión y/u otros trastornos de ansiedad. Si es así, mi recomendación, acudir a un psicólogo, ya que muchas veces, la persona/ el paciente es incapaz de seguir las pautas conductuales recomendadas, debido a un “estado de desgana y apatía” que le domina.
¿Cómo usar la pereza a tu favor?
Sí, lo has leído bien, “la pereza a tu favor”. Debemos escuchar a nuestra pereza, dejar de pelearnos con ella, dejar de desgastar nuestra energía y cambiar el foco de lo que pensamos de ella, porque puede estar queriéndonos decir algo, como por ejemplo, que necesitamos un cambio vital. Aprender a escucharla nos conecta con nuestro autoconcimiento y experiencia, claves para el cambio.
En mi opinión, es una cuestión de actitud y de hábito. ¡Y ya sé que no es fácil!. Soy la primera en admitir que me cuesta, pero aquí solo existen dos caminos:
- Evadirse, seguir igual, tener a la pereza de enemiga ó
- Ser decidido, cambiar el chip, escuchar a la pereza y afrontar que todo objetivo lleva implícito un sufrimiento “el que algo quiere algo le cuesta”.
Yo lo tengo claro, ¡Me decanto por el segundo! y tú, ¿Por cuál te decides?