Pero, ¿Qué es la empatía?
La empatía es la capacidad cognitiva de percibir y compartir los sentimientos y/o experiencias de otra persona dentro de un contexto común para imaginar cómo sería encontrarnos en el lugar de esa persona en esa situación y así, poder reaccionar de manera adecuada. La empatía no se relaciona solamente con el descubrimiento y entendimiento de las emociones del prójimo, se inicia con nuestra propia sensibilidad emocional. Metafóricamente hablando, la empatía viene a ser: “Ponerse en los zapatos del otro” o “ver a través de sus ojos”.
Todos tenemos una empatía innata que va evolucionando con la edad y que forma parte del aprendizaje social, tan importante en las personas. En psicología, distinguimos 4 etapas de desarrollo empático que evolucionan según la edad y madurez:
- Empatía emocional: Se da durante el primer año de vida. El bebé aún no se ve diferente a quienes le rodean. Ejemplo: “si su hermano se ríe, él también”.
- Empatía entre 1 y 2 años: El niño ya sabe que los demás son personas externas a él y es capaz de darse cuenta cuando otra persona se encuentra mal. Sin embargo, no sabe bien cómo consolarle.
- Empatía cognitiva: A partir de los 6 años, el niño sabe que sus sentimientos y emociones son diferentes de quienes le rodean. En esta etapa comienza el desarrollo de la empatía como nosotros la entendemos.
- Empatía entre los 10 y 12 años: En esta etapa, la empatía se presenta en su máxima expresión, durante la pubertad, cuando los niños son capaces, no solo de preocuparse por quienes le rodean, sino también por personas a quienes no conocen. Por ejemplo, aparece la preocupación social por quienes no tienen comida.
Todas estas etapas son orientativas. Van a depender de la madurez del niño y de la educación que les proporcionen sus padres.
Cuando los niños son muy pequeños piensan que «todo el mundo» gira a su alrededor. A medida que van creciendo, van comprendiendo que esto no es así, es entonces, cuando empiezan a identificarse con las emociones de los demás y empiezan a desarrollar la capacidad de empatía.
Pongamos un ejemplo; cuando los niños están viendo dibujos animados en la tele, a medida que van creciendo, se van identificando con sus personajes, así: lloran cuando Blancanieves come de la manzana y se queda dormida o se ríen con las trampas que le pone el Correcaminos al Coyote. Si nosotros les ayudamos a poner nombre a esas emociones, a que expresen lo que les ocurre, aprenderán antes a ser personas empáticas.
Mis hijos, todavía son pequeños (5, 7 y 8 años) no obstante, ya han vivido situaciones cotidianas entre ellos (como hermanos), con sus compañeros del cole, con sus amiguitos en general, donde las emociones, pensamientos y comportamientos, en diferentes ocasiones, les han sido difíciles de gestionar. Pero tampoco hay que preocuparse, entra dentro de la normalidad, ya que en estas edades, el cerebro aun no tiene la madurez suficiente para entender estas cosas (estos términos). Los niños sufren y mucho, cuando viven situaciones de este tipo, se encuentran como si estuvieran en una especie de callejón sin salida, que les genera rabia y frustración, lloran desconsoladamente porque no saben como actuar. Su problema es de alcance mundial y por un momento, “su mundo”, se para de golpe.
¿Cómo podemos ayudarles ante estas situaciones?
En mi caso, lo primero que hago es preocuparme por sus emociones, que suelten lo que sienten … que les pongan nombre, da igual si es correcto o no. Es importante saber que opinan ellos de ellas y así, poco a poco, las irán aprendiendo en ellos mismos… fundamental para la empatía.
Para esto, hay que hablar con ellos cuando estén más tranquilos, no desde su rabia o enfado, necesitan su tiempo (todos lo necesitamos). Se que no es fácil, y cada niño es único (menos mal;) pero se va consiguiendo, poco a poco, con mucha paciencia y mucho amor.
Yo les suelo hacer unas preguntas muy sencillitas que les ayudan a ponerse en el lugar del otro: ¿Cómo te sientes tú ahora?, ¿Cómo crees que se ha sentido tu amiguito cuando no le han dejado jugar?, ¿Cómo puedes explicarle a él que tú eres su amigo y que le quieres ayudar?. Porque le quieres, porque lo pasáis muy bien cuando jugáis juntos…
Siempre decimos que los niños son esponjas, observan y repiten de sus padres, y esto, es una verdad verdadera. Los niños aprenden por imitación, con nuestro ejemplo, con nuestros actos (más valiosos que las palabras), de ahí la importancia de nuestro papel de padres.
Si prestamos atención a las cosas que les ocurren y les hacemos ver que nos importan, que tenemos en cuenta sus opiniones, que les escuchamos, aprenderán lo que es ser una persona empática, una persona capaz de preocuparse por las necesidades de los demás, de ser compresivos, de ir adquiriendo habilidades sociales, fundamentales para relacionarnos de manera saludable.
Entonces, ¿Para qué queremos niños empáticos?
Pues para que los niños puedan enfrentarse a la vida con seguridad y sean felices haciendo felices a los demás. Todos sabemos, que un niño empático se convertirá en un adultos empático. Si desde pequeños fomentamos la empatía en nuestros hijos y la incluimos como un valor importante en su educación, los niños aprenderán a construir relaciones sociales sanas y sólidas tanto en el presente como en el futuro, y podrán mejorar y/o cambiar esta Sociedad, por una Sociedad mejor, más solidaria. Este cambio, empieza en casa, en la cuna y esto tenemos que tenerlo muy presente.
Como padres, tenemos la obligación y la satisfacción de educar a nuestros hijos para que sean personas de bien, acompañándoles, ayudándoles, queriéndoles, pero también tenemos que dejarles volar porque cada niño es como es. Todos tienen algo en común, todos nacen con una luz, una luz preciosa que nunca nunca se debe apagar. Y así, cuando sean mayores, se acuerden de esto y enseñen a los demás a ser personas empáticas, a ser personas maravillosas.
¡Seamos un buen espejo! 😉
Muy interesante, como todo lo que escribes, y de mucha actualidad ya que hay mucha falta de empatía